Martin Heidegger - Ontología: Hermenéutica de la Facticidad

by - mayo 22, 2022


Se presentan bajo el título Ontología: hermenéutica de la facticidad las lecciones que Heidegger impartió durante el verano de 1923 en la Universidad de Friburgo. Se trata de un volumen compuesto a partir de las cuartillas redactadas para el curso, comentarios que Heidegger adjuntó después y algunos apuntes tomados por asistentes.

El texto resulta valioso porque estas lecciones conforman el primer esfuerzo de Heidegger en la tarea que luego desarrollaría en Ser y tiempo −obra, por demás, truncada-, esto es: revivir la pregunta por el sentido de ser lejos de los presupuestos de la tradición. Así, Heidegger sienta aquí las bases de lo que se ha denominado el giro ontológico de la hermenéutica, presentando la interpretación como fundamento del existir fáctico y sugiriendo una ruta fenomenológica para efectuar el encuentro con esa facticidad.

Toda la primera parte del libro se ocupa de la definición de facticidad como “el carácter de ser de nuestro existir propio”. A Heidegger le interesa distinguir esa noción de existir de la de hombre, en cualquiera de sus acepciones −la de ser vivo (proveniente de las ciencias naturales) o la de persona (elaborada con base en el discurso religioso)-; y, asimismo, deslindarla de los simples objetos o de la identificación con un sujeto.

Su búsqueda, más bien, reposa sobre el fenómeno de la ocasionalidad en el que el existir se presenta: estar-aquí, estar-en-el-mundo. Para Heidegger, el existir se da en el aquí ocasional de una actualidad concreta; y ese demorarse-siempre en el presente constituye, no solo su temporalidad, sino también el lugar donde ocurre la publicidad de su condición hermenéutica.

Interpretar es el rasgo fundamental del existir porque su cómo consiste en “entenderse y ser ese entender”. Ciertamente, el existir opera en cada circunstancia desde un haber previo −prejuicios, historia, filosofía-, pero, además, puede abrirse hacia una interpretación de lo ya-interpretado, de allí que Heidegger incorpore la hermenéutica con “la labor de hacer el existir propio de cada momento accesible en su carácter de ser al existir mismo, de comunicárselo, de tratar de aclarar esa alienación de sí mismo de que está afectado el existir”.

Como se ve, el carácter hermenéutico se verifica, por una parte, en lo que Heidegger denomina hablilladas Garede-, lo ya-hablado-antes, el haber previo que hace que el existir esté dispuesto de antemano a ver el mundo cotidiano de una forma u otra; pero, igualmente, eso ya-interpretado es algo a lo que el existir puede plantear cuestiones y exigencias, de suerte que la interpretación sea también un movimiento de apertura hacia el estar despierto, hacia el encontrarse consigo mismo.

Esta doble dimensión que sintetiza Heidegger diciendo que “la hermenéutica habla desde lo ya-interpretado y para lo ya-interpretado” indica la posibilidad de manejar hermenéuticamente la facticidad y llevarla a conceptos a través de una tarea que, debido al hic et nunc del existir, no se agota nunca, sino que invita a mantenerse en ella a cada instante.

Para Heidegger, entre las vías desde las cuales puede rastrearse lo ya-interpretado para convertirlo en concepto, es decir, para interpretarlo, se hallan la conciencia histórica y la filosofía. Estas son maneras en las que “el existir habla de sí mismo y a sí mismo: como se hace presente ante sí y se mantiene en esa presencia”. La conciencia histórica está asociada a lo que ha ido transformándose, mientras que la filosofía indica la inalterabilidad de lo que siempre es así.

Como modo de interpretación que se da en el aquí ocasional, incluso la conciencia histórica es entendida como presente: la forma en que se guarda o se renuncia al pasado en la relación actual del existir consigo mismo. En esta dirección, conciencia histórica y filosofía no son meros valores culturales para Heidegger, sino “vías perfectamente acondicionadas y practicables del propio existir en las que él mismo se halla y a su manera se entrega a sí mismo, es decir, toma posesión de sí”.

En la segunda parte del texto, Heidegger recupera la figura de Husserl para sostener que es factible el acceso al existir fáctico por medio de la fenomenología, pues esta representa un modo de investigar que “habla de algo como ese algo se muestra y solo en la medida en que se muestra”. En otras palabras, la fenomenología permitiría, siguiendo las líneas de la conciencia histórica y la filosofía, quitar los encubrimientos del existir y desvelar aquello con lo que este se encuentra familiarizado.

La concepción fenomenológica de Heidegger retrotrae la acepción original de la palabra fenómenoφαινόμενον-, esto es, lo que se muestra en el existir. Desde él puede operarse la labor de desmonte de la tradición que implica la interpretación del haber previo –aquel “apartarse de lo que se encuentra más próximo para ir hacia lo que reside en el fondo”-, indagación que Heidegger califica consecuentemente como desconstrucción.

Con todo esto Heidegger plantea que la fenomenología posibilita la modificación de la mirada que se requiere para acceder al existir fáctico, primero, porque prescinde de dualidades tales como la de sujeto y objeto y; segundo, porque se opone a la pretensión “de un observar exento de perspectivas”, ratificando, contrariamente, que la perspectiva es una cualidad propia del existir.

Estas lecciones de Heidegger se alejan de las concepciones predominantes de ontología y hermenéutica, y lejos de sus reglas abren todo un campo de trabajo que supieron ver rápidamente autores como Gadamer o Ricoeur. El mérito del texto es amplio, puesto que ilumina la doble proyección herméneutica del existir: la que es característica de su ocultamiento y la que lo abre, en movimiento fenomenológico, hacia la ruptura, hacia el caer de las máscaras con las que el existir oculta cotidianamente su propia angustia.

HEIDEGGER, M. (2019) Ontología: hermenéutica de la facticidad. Barcelona: Alianza.
BASELITZ, G. (1983) Der Brückechor.

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