Fedor Dostoievski - Humillados y Ofendidos
Humillados y ofendidos (1861) fue la primera novela escrita por Dostoievski tras su confinamiento en Siberia y la obra con la que intentó recuperar el interés que años atrás había despertado con su libro Pobres gentes (1846). Lastimosamente, ese propósito no se materializó por completo, en buena medida, debido a la influencia de críticos como Grigoriev que reprocharon la supuesta propensión del autor a convertir sus personajes en títeres.
El mismo Dostoievski reconocía las limitaciones de esta obra, originalmente publicada por entregas en la revista Vremia –propiedad de su hermano-, aunque la defendía de los ataques arguyendo que en ella se encuentran algunos pasajes llenos de vida y, por lo menos, cincuenta páginas de las que personalmente se sentía orgulloso.
Tal arraigo tuvo esta obra para Dostoievski que resultaría difícil desprenderla de su sustrato biográfico. Es verdad que en ella no hay alusiones a Siberia, pero, valiéndose de un narrador intradiegético –que, además, es escritor-, la novela plantea muchas cuestiones que atañen a la estrechez en que vivía Dostoievski, el modo en que aplacaba sus nervios con la escritura, la mala reputación que enfrentaba como hombre de letras, su relación con una aristocracia que lo restringía y hasta su reacción ante los comentarios que lo tildaban de autor esforzado.
Hay, además, hilvanadas en la narración, varias referencias a la opera prima de Dostoievski. Con ellas se recupera el estado previo a la publicación de aquel libro que dio forma a “penas y alegrías” que él mismo compartía y; adicionalmente, se replican las objeciones que todavía entonces se alegaban frente a su final, a todas vistas desalentador.
Las indicaciones biográficas permiten dar cuenta, asimismo, de la enfermedad que acosaba a Dostoievski durante la redacción de la novela, mal que él calificaba de terror místico y; finalmente, a través de un par de incisos que funcionan como metarrelatos, el texto mismo vuelve sobre lo que constituyó el origen de sus personajes y líneas argumentales.
Fuera de esta suerte de biografía soterrada, Humillados y ofendidos es “una de esas historias sombrías, tenebrosas y alucinantes que suelen pasar inadvertidas bajo el cielo de Petersburgo”. En ella, utilizando una técnica especular, Dostoievski compagina dos relatos que tienen en común la ruptura familiar: padres que se sienten zaheridos por las hijas que los abandonan para seguir una ilusión e hijos que son burlados por sus padres cuando estos les imponen la fuerza de sus propios intereses.
De este modo, la novela despliega uno de esos profundos exámenes, habituales en Dostoievski; en este caso sobre la psicología del ofensor y el ofendido, de quien humilla y el humillado. Para lo primero, el autor se vale del perfil del príncipe Valkovski: un hombre adusto, hostil, calculador, defensor de la “fría razón” y de la conducta sin escrúpulos que contraviene la metafísica filantrópica de personajes como Aliosha o Natasha.
Valkovski, en tanto ofensor, es una figura que se oculta si es necesario, pero tampoco encuentra reparos a la hora de mostrarse sin máscaras. Se burla de todo lo que los demás califican de sublime e invaluable y suele decir: “Para mí ha sido creado el mundo”, principio del cual desprende, no solo la legitimidad de sus acciones, sino su consigna para emanciparse de las trabas u obligaciones que la sociedad le interpone.
Dostoievski insiste en este modelaje, haciendo decir al príncipe: “Quien no se comporta de forma egoísta no hallará nada que hacer en este mundo”. Una sentencia que cuestiona, incluso, ciertas generosidades que, en realidad, parecen esconder una versión más mordaz de lo mezquino. El ofensor, así, se opone a todo afán solidario, llámese socialismo o familia, a la par que concibe lo demás en su simple papel de comparsa.
La psicología de los ofendidos, por su parte, es mucho menos unívoca. Dostoievski supera la visión de estos como víctimas de desalmados o locos. Su aproximación, de hecho, subvierte esta concepción para argüir que los ofendidos suelen ser “hombres y mujeres de corazón ingenuamente romántico” que llevan su devoción a extremos ridículos. Por tal razón, los personajes que cumplen esta condición en la novela –Natasha, Elena, Aliosha o el propio Vania- creen que su deber es sufrir hasta el final en nombre de una felicidad incierta y no existiría para ellos algo más noble que esta esclavitud voluntaria.
El malestar que los ofendidos experimentan, de acuerdo con Dostoievski, radica en ensalzar más de lo debido a los otros seres, porque todo dolor se multiplica cuando uno se sabe culpable. Por lo demás, no hay forma de sustraerse de esta situación porque estos hombres se obcecan con la idea del martirio, se complacen en ahondar religiosamente las heridas y convierten este sufrimiento en un rasgo hasta tal punto connatural de sus vidas que se convencen de la necesidad de descargarlo sobre otros, de volverlo un lastre hereditario.
Puede decirse, por ello, que los humillados y los ofendidos se cierran, se contraen y, solo en contadas ocasiones, pueden abrirse a la gratitud o al amor no metafísico. Acaso se vislumbren los únicos ejemplos de esto en el perdón y en el esbozo que la obra ofrece del socialismo, pues, en esas páginas –redactadas con toda la cautela de un expresidiario-, Dostoievski dibuja una nobleza solidaria, una virtud que insta a actuar recta y honradamente.
En el fondo de todo lo descrito habita el problema de la franqueza. ¿Cuántos apuros podrían evitarse si los hombres se expresaran cabalmente? Pero, también, ¿cuánto “hedor insoportable” saldría de esos pensamientos por fin expuestos? Por eso, la obra de Dostoievski desvela, tanto la paradoja de ser ofendidos casi siempre por los más cercanos, como la marca de ese destino de desconfianza, bien capturado en el verso de Polonski: “Mi casa es solo una habitación oscura y triste”.
DOSTOIEVSKI, F. (2009) Humillados y ofendidos. Barcelona: Juventud.
MALCZEWSKI, J. (1883) Na etapie (Aresztanci).
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