Arthur Schnitzler - Tardía Fama
Tardía fama es una novela póstuma que cabe caracterizar de novedad, pues, a pesar de haber sido escrita en 1894 y de conservarse de ella una copia mecanografiada por el propio autor, se mantuvo inédita hasta el año 2014, esto es, más de ocho décadas después de la muerte de Schnitzler.
La obra gira en torno a Eduard Saxberger, un viejo funcionario que vive atrapado por la rutina de su trabajo hasta el día en el que el joven poeta Wolfgang Meier declara su admiración por un poemario que el anciano publicó, sin éxito alguno, más de treinta años atrás. Saxberger, desconcertado al principio, paulatinamente cultiva la idea de recuperar aquella época en que quiso ser poeta y, de la mano de Meier, empieza a frecuentar la tertulia del grupo de escritores Begeisterung.
Esta trama, cuyo clímax se halla en la velada que el cenáculo prepara para presentar en sociedad los textos que ha venido redactando en secreto, sirve a Schnitzler para explorar diferentes temas de su interés como, por ejemplo, el decaimiento del genio artístico, la incomprensión entre escritores y las excentricidades con las que se encubre, a veces, la falta de talento.
En relación con lo primero es clara la exposición de Schnitzler. El encuentro con Meier es concebido por el anciano como un regreso a los “días lejanos”, una suerte de reducto que le permitiría remontarse hacia un yo olvidado, un conjuro del que puede valerse para revertir la desilusión que lo apartó otrora de sus aspiraciones.
Lastimosamente, para Saxberger tales pretensiones van descubriéndose, una a una, improcedentes. La rutina ha minado su temperamento artístico al punto de que, incluso, la tarea de escribir algo para la presentación del Begeisterung se revela irrealizable: apenas ha quedado en él un presentimiento, la nostalgia de una vida que pudo ser diferente si las circunstancias hubiesen sido otras.
El título de la obra escrita por Saxberger manifiesta metafóricamente esa distancia: Wanderungen. En efecto, dicha palabra −que puede traducirse como Andanzas- designa una posición primaria radicalmente distinta a la que el personaje vive después: una condición de aventura, una voluntad que se abre libremente a lo azaroso, la entrega a un horizonte de errancias, es decir, todo lo que sistemáticamente han socavado la repetición y los hábitos de funcionario.
Dadas las circunstancias, recuperarse como creador es imposible −tempus edax rerum-. Las palabras zumban en la cabeza de Saxberger sin que este pueda ordenarlas con algún sentido; además, el entusiasmo que muestran por él los jóvenes del grupo, ese ánimo de artistas que han “peregrinado hasta él” para que se ponga a su cabeza, no hace más que agobiarlo; una voz recóndita retumba incesantemente en su interior, reprochando: “Has llegado muy tarde”.
Schnitzler se permite trazar el dibujo de este drama atendiendo también la cuestión generacional. Más allá de la supuesta admiración que los jóvenes profesan por Saxberger, los años los separan de forma drástica y, en consecuencia, mutuamente se reconocen como artistas de estilos opuestos e intraducibles. En el caso del anciano, la prueba de esto puede verse en la incomprensión que él mismo admite cuando intenta leer los poemas de Meier o las piezas del dramaturgo Christian.
De este modo, no faltan en la novela las escenas en que se ridiculiza a aquel “viejo bufón” unido a un círculo de jóvenes cuyo manifiesto artístico se afinca en ideas que él no puede hacer suyas como la crítica a poetas coetáneos o la permanente discusión sobre aquello que debe caracterizar las obras de los "auténticos heraldos del único arte beatífico”.
Así, aunque hay una coincidencia entre Saxberger y los jóvenes en lo que respecta a su fracaso como artistas y a la percepción negativa que ambas partes tienen sobre la masa de Viena, a la cual condenan por su torpeza, insensibilidad e injusticia, hay una discrepancia que se va haciendo cada vez más profunda entre ellos y en medio de la cual la principal víctima es el anciano, pues solo a él le corresponde entender que “entre esas personas (es) inevitable marchitarse”.
Visto de otra manera, todos los personajes comparten un destino común: la vocación primaria que se satisface con crear, la complacencia entre los pocos que entienden de arte, la desilusión ante aquello que cobra renombre en la sociedad, la lucha contra la frivolidad de los críticos, el cansancio y el olvido. Pero, esa realidad compartida no puede encararse en conjunto; cada artista, para Schnitzler, está abocado al egoísmo, al teatro de su historia, al cultivo de sus manías −el habla, los lugares, las posturas- y, por supuesto, a la vivencia de sus propias frustraciones.
En su diario de 1894, Schnitzler dejó apuntada su impresión sobre la tristeza que creía ver desprenderse del final de su relato. Ciertamente, aquello que, al principio, surge en él como un llamado al rejuvenecimiento, a la revitalización del lenguaje, desemboca por efecto de los sucesos en todo género de desengaños: en primer lugar, es mentira que el grupo Begeisterung haya leído la obra de Saxberger; así mismo, el papel del anciano es para los jóvenes, ante todo, decorativo, ceremonial; y, por último, la recuperación de aquel antiguo poemario no deja de tener para todos el estatus de un pasado ya suscrito.
No extraña entonces que en una obra en la que con tanto ahínco se juzga la pérdida de la altivez cuando el artista se sumerge en las aguas de lo cotidiano, en la que se reprueba una y otra vez el huero pensamiento de la masa, el personaje principal, en todo caso, harto de la artificialidad artística, de tanta impostura y embeleco, termine diciéndose a sí mismo sobre su rutinario trabajo de oficina: “Acaso no quiera, ni necesite nada más”.
SCHNITZLER, A. (2016) Tardía fama. Barcelona: Acantilado.
KERNSTOK, K. (1897) Agitator.
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