H. P. Lovecraft - En las Montañas de la Locura

by - febrero 12, 2022


Es posible rastrear en esta novela, por un lado, la admiración de Lovecraft hacia la figura de Poe, en especial por lo que concierne a La narración de Arthur Gordon Pym y, por otro, su deseo de participar en el entusiasmo que despertaron en su época las exploraciones de la Antártida y el progresivo desvelamiento de aquello que desde la Antigüedad conformaba el mito de la Terra Australis Ignota.

Así, proyectada con la intención de disuadir futuras travesías, la novela relata la expedición de un grupo de científicos e ingenieros al Polo Sur, las peripecias que vivieron allí y su descubrimiento de una ciudad oculta, cuyos relieves y jeroglíficos evocan horrores incomprensibles y la presencia de seres monstruosos que, a pesar de surgir eones atrás, habitan todavía este mundo.

En el plano formal, la obra expone una mixtura del lenguaje científico muy pronunciado de cara a acrecentar la verosimilitud del relato cuando trabaja ideas relacionadas con arqueología, geografía o paleontología- y ese otro lenguaje profuso y abigarrado que caracteriza los cuentos de Lovecraft y que aquí se utiliza siempre que es necesario referirse a circunstancias oníricas o indescifrables-.

Como es usual en la narrativa del autor, En las montañas de la locura plantea un encuentro con los vestigios de épocas remotas, solo que esa regresión desentraña no algo muerto, sino vivo, latente y susceptible de reconocerse dejando de lado las explicaciones científicas para entregarse a una ampliación de miras basada en los sueños y la atemporalidad.

La obra encarna, justamente, la concepción que sostuvo Lovecraft sobre la fantasía, esto es, “una forma artística que más que una negación es una extensión de la realidad”. Por tal razón, los hechos narrados están dotados de una trascendencia cósmica que desmiente la idea de un continuum temporal a la vez que formula la existencia de universos yuxtapuestos que se mantienen activos: “Todo lo que fue dice Lovecraft- es y será, existe simultáneamente”.

En este sentido, En las montañas de la locura representa la revelación de un misterio que el paso del tiempo conserva oculto, pero que, al descubrirse, amplía los límites de lo humano puesto que pone al hombre en comunicación con un conjunto de seres y tiempos que, aun antecediéndolo, continúan coexistiendo con él y determinando su lugar en el mundo.

Esto es lo que algunos críticos han denominado el gusto por lo arcaizante, es decir, esa visión persistentemente elaborada por Lovecraft de un universo que estuvo poblado por razas que ahora se ocultan, pero que, en todo caso, están dispuestas a reaparecer. Una situación problemática, sin duda, porque no es factible concebir esos otros seres desde las tradicionales bases del entendimiento: lo temporal, lo espacial, lo ético o lo estético.

En la novela, dicha desorientación se patentiza constantemente. Incluso antes de las escenas más escabrosas, ya el mero paisaje antártico se concibe en términos confusos: “País de misterio en sueño o entrada a un mundo prohibido de inexploradas maravillas”. Y es claro que no se trata de un asunto que pueda reducirse a lo estilístico, a aquella pasión bizantina de Lovecraft por la adjetivación; en realidad, es todo un extravío ontológico, la sima que se abre ante lo impenetrable, lo que elude cualquier conciencia definitoria.

De hecho, la incomprensión propuesta en el texto no es exclusivamente externa: el fracaso de la objetividad implica, así mismo, la indefinición de los propios personajes. Eso es lo que se esconde detrás del título de la obra: “¿No he dicho ya que esos picos horribles eran unas montañas de locura?”, se pregunta el narrador, con lo que quiere dar a entender que dicho espacio, no solo es inescrutable per se, sino que, además, trastorna a quien tiene la osadía de acercarse.

La obra demarca y diluye los límites de todo. Las montañas, por ejemplo, son un límite real de lo humano, porque más allá de ellas está lo desconocido, aquello que se reverencia religiosamente. Sin embargo, de modo alternativo, el espacio informe que abren las montañas es ya una prolongación de lo humano, pues en él palpita algo monstruoso que, aunque escape de su comprensión, resignifica al hombre.

Por otra parte, debido a que esta es una de las obras más extensas de Lovecraft, la novela ofrece numerosos intertextos con lo que constituye la cartografía del autor Valusia, Leng, R’lyeh, Kadath, etcétera- y su inventario de criaturas entre ellas, los shoggoths, la raza de los primordiales, los Mi-go y, por supuesto, Cthulhu-.

Algo semejante sucede con las constantes alusiones al Necronomicón, libro al que recurre el narrador en los momentos más desesperados de su relato para, primero, proveer una imagen por lo menos cercana de la apariencia y poder de lo que va entreviendo y, segundo, ceder a la superstición de un arcaísmo que contradice el discurso científico.

En síntesis, esta novela de Lovecraft constituye un asomo a lo inexplicable, el triunfo de una locura que expresa tanto la imponencia de un afuera como la apertura insana hacia el color de lo atemporal y onírico. Leída desde esta clave, sin duda, la obra dibuja una particular hostilidad hacia el constreñimiento de lo objetivo, mientras invita a entregarse a las profundidades del abismo.

LOVECRAFT, H. P. (2011) En las montañas de la locura. Madrid: Cátedra.
ROERICH, N. (1914) крик змея.

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