Luigi Pirandello - Mantón Negro
Desde 1884 hasta la fecha de su muerte, acaecida en 1936, Luigi Pirandello trabajó en la redacción de los quince volúmenes de relatos que conforman su proyecto Novelle per un anno. El primero de esos libros se titula Mantón negro (1922) y reúne más de una docena de cuentos de diferente confección, tanto en lo que concierne a su forma (estilo, extensión, diálogos) como a su enfoque narrativo (satírico, social o filosófico).
Dicha heterogeneidad no implica, en todo caso, una divergencia sustancial entre los relatos; de hecho, estos pueden unificarse apelando a una dinámica a la que todos se suscriben: cada uno expresa, a su modo, el constreñimiento del hombre, su conflicto con los condicionamientos exteriores –diríase materiales-, detrás de los cuales palpita la violencia del destino.
Pirandello desenmascara esa subordinación en varios ámbitos de la vida. Cuentos como La primera noche, Formalidades o Mantón negro revelan la coacción en el seno de la institución familiar, ya sea por efecto de la presión ejercida por los padres o de las obligaciones contraídas en el matrimonio, pues ambas obligan a plegarse dentro de las circunstancias sin oponer resistencia.
En otros relatos, el condicionamiento se advierte en el plano religioso. Al respecto, los textos que integran la serie Sotanas de Montelusa resultan ilustrativos porque en ellos, apropiándose del recio catolicismo de los italianos y criticando en paralelo la insidia monacal y la usura de la iglesia, Pirandello precisa cómo la religión se cierne sobre los individuos determinando sus deseos y necesidades.
Por supuesto, Pirandello no deja de atender la tenacidad del destino en una de sus manifestaciones más directas: la pobreza. Varios relatos, entre ellos La capilla y El abaniquito, giran precisamente en torno a la imposibilidad que viven los desfavorecidos de defenderse ante los abusos de la ley o de concebirse, en el ejercicio de su libertad, como algo distinto a simples trabajadores.
Pirandello se muestra perspicaz en cualquiera de estas direcciones. En cada caso apunta la forma en la que los otros hombres, los hechos, los discursos y hasta los propios anhelos se levantan sobre los individuos para indicarles que algo se espera de ellos. En consecuencia, el responder o no a esa instancia que no transige se convierte en otra dimensión desde la que experimentan su conflicto.
La consideración de la manera en que se desarrollan las coerciones tiene en Pirandello un sesgo abiertamente pesimista. Casi sin excepción sus relatos se perfilan hacia el convencimiento de la inmutabilidad del destino y la necesidad de abandonar los sueños para entregarse al sacrificio. En este sentido, abundan las alusiones de personajes que se conciben dentro de un mundo impropio, como autómatas obligados a trocar su vida por una impostura que los ciñe a una línea preestablecida.
Cuando, dentro de los textos, se verifica alguna respuesta a esta situación por parte de los personajes se ve aumentado el patetismo. Algunos –en Mantón negro o ¡Y dos!, por ejemplo-, imposibilitados para hallar la redención en el lucro o el amor, recurren a la muerte, cifrando la necesidad de sustraerse en el paso hacia lo desconocido.
La otra alternativa frente a esta “nada de la tierra” la esgrimen los personajes por medio del consuelo metafísico que, según el caso, se ve figurado en dios, el arte o una naturaleza espiritualizada. No obstante, Pirandello resalta también la insuficiencia de esta vía, no solo por los vacíos de los que adolece, sino, además, por la virtud casi impracticable que exigiría una verdadera resignación ante lo dado.
Así, pues, en la mayor parte de las ocasiones, los personajes de Pirandello, agotados por el conflicto, se ven, sin más, entregados al padecimiento. A veces –como en Remedio: la geografía o El murciélago- se propende por la transfiguración de ese πάθος merced a los subterfugios del arte u otros engaños. Sin embargo, casi siempre, el destino se soporta simplemente con los trazos de valentía que puede proveer la conciencia de un mundo que no es factible vivir de forma diferente a como se presenta.
Muchos relatos –entre ellos, de forma especial, Sí…- abren un espacio para discutir filosóficamente estas cuestiones, de las cuales, siempre a tono con su pesimismo, Pirandello extrae dos tesis radicales: la de la insignificancia humana –“el hombre solo es grande cuando se siente pequeñísimo y nunca es tan pequeño como cuando se siente grande”-, y la de la existencia impenetrable de las causas, sobre las cuales el hombre jamás tendrá control ni claridad.
De este examen se desprende, además, una comprensión enriquecida de la multiplicidad humana, en primer lugar, destacando cómo esta aparece debido a la mudanza propia del devenir y, así mismo, declarando la incapacidad del hombre para estar enteramente “cada vez, en cada uno de (sus) actos”. A esa condición compleja que Pirandello mismo definió en el título de una de sus novelas más célebres, esto es, al hecho de ser Uno, nessuno e centomila subyace una escisión del yo en el número de realidades que este vive y, complementariamente, el dolor de no poder escapar a la condena que impone esta sujeción.
Mantón negro es, por tanto, una aproximación intrincada al destino y, desde las particularidades propias de cada texto, Pirandello se encarga de puntualizar sus conclusiones: el hombre está expuesto siempre a la “discrecionalidad de la suerte” en cualquiera de las facetas que esta ofrezca y cualquier respuesta con que se pretenda encarar la fatalidad rápidamente se declarará inadmisible.
PIRANDELLO, L. (2005) Mantón negro. Madrid: Pre-textos.
MACKE, A. (1914) Abschied.
2 comentarios
Este año he descubierto a Pirandello y he disfrutado mucho con sus numerosos relatos y sus novelas. Un saludo
ResponderEliminarEs un autor interesante, y por lo que dices, iniciaste con él por el lado menos corriente, porque casi todos lo hacen por su teatro. Saludos, Esther.
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