Friedrich Nietzsche - La Gaya Ciencia

by - enero 05, 2022


La gaya ciencia constituye un punto de empalme entre las obras de juventud de Nietzsche El nacimiento de la tragedia o Humano, demasiado humano- y las de madurez especialmente, Así habló Zaratustra-, siendo posible encontrar en ella el esbozo de doctrinas tan importantes como el eterno retorno de lo mismo, la voluntad de poder o la muerte de dios.

Se trata, además, de uno de los libros más personales de Nietzsche, pues es el resultado de la enfermedad que por aquel entonces (1882) lo acosaba cada vez más fuerte y, principalmente, del espíritu que, bajo las condiciones propiciatorias del Mediterráneo, advino para declarar in media vita su recuperación y renacimiento.

Esta idea la expuso el propio Nietzsche en el prólogo que redactó para la segunda edición de la obra, publicada en 1886. Allí, tras referirse a los tormentos de la enfermedad, celebra el libro como la “gratitud de un convaleciente”, aclarando que su título hace referencia a “las saturnales de un espíritu que ha soportado pacientemente una larga y terrible presión (…), pero al que invade de golpe la esperanza, la embriaguez de la curación”. Postura que él asocia a una filosofía fisiológica y a la valentía artística con la que los griegos soportaron su vida.

Para aquella época Nietzsche tenía dos cosas completamente claras: por un lado, la necesidad de apartarse de los valores con los que la religión contraviene lo que habría de ser la voluntad de vida y; por otro, el perjuicio que producen los saberes científicos cuando se formulan como fines últimos, es decir, como reglas para un mundo que, en realidad, solo obedece al cambio permanente.

Apartarse de estos fundamentos a cuya destrucción dedica aún parte de esta obra- instaba a Nietzsche a encontrar, si no una justificación para vivir, al menos sí un modo de hacerlo sin recaer en la culpa, la resignación o el engaño. Y eso es precisamente lo que descubre en su experiencia, expresándolo con la alegría de ese nombre italiano que él prefería para su obra, La gaya scienza: “Una fiesta tras larga privación e impotencia, la exultación de la fe que renace, de la fe resurgida en un mañana y un pasado mañana”.

Es claro que, desde muchas perspectivas, la vida es sufrimiento, pero para Nietzsche existe una distinción radical entre quienes “sufren de la plenitud exuberante de la vida” y los que sufren de su empobrecimiento. Estos últimos apenas logran redimirse a través de la negación o replegándose en un dios de enfermos; los otros, en cambio, acrecientan su voluntad, permitiéndose la contemplación, incluso, de lo pavoroso y horrible merced a una fuerza creadora que los impulsa a embellecer y vivir sin temor: una idea que Nietzsche encerró en la noción de amor fati.

La enunciación de este pensamiento liberador que enseña que, a pesar del dolor, el hombre puede vivir valiente y alegremente, la hizo Nietzsche en el §276: “Quiero aprender cada vez mejor a ver lo necesario de las cosas como lo bello, así seré de los que vuelven bellas las cosas. ¡Amor fati: que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar guerra a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. ¡Apartar la mirada, que esa sea mi única negación! Y, en definitiva, y, en grande: ¡quiero ser, un día, uno que solo dice ”.

Como se observa, la primera parte del enunciado se centra en la transfiguración de lo necesario das Nothwendige, noción que coincide en cierto grado con la ἀνάγκη griega-. Según esto, todo lo que es inevitable el dolor, la privación, la enfermedad- no generaría reproches o resignación si por medio de una postura creadora el hombre lo convirtiese en un estímulo para el crecimiento y la vida: un todo pletórico para el que la generatriz del dolor, lo sería también de la alegría, pues únicamente quien sufre de manera constante puede vivir una felicidad profunda y pronunciada.

Por supuesto, no se trata de una posición que se satisface con la simple aceptación del sufrimiento o que asume este de forma estoica: en el fondo, eso continuaría siendo resignación, otro reproche a la existencia. Más bien, implica una actitud capaz de transformar lo malo y doloroso normalmente asociados a lo feo- en cosas bellas, estéticas y, en consecuencia, susceptibles de surgir ante quien posee una mirada artística.

Esa mirada es la misma que Nietzsche anuncia en el prólogo del libro como propia de los griegos y que él venía estudiando desde los tiempos de El nacimiento de la tragedia. Aquí, en todo caso, personaliza el tema, vinculándolo a la idea de dar estilo al carácter, esto es, convertirse en el artista ante cuya mirada comparecen por igual las debilidades y fuerzas para integrarse en un todo que las torna deseables. No importan los artificios a los que deba recurrirse para ello, a fin de cuentas, todo es siempre superficie, epidermis, apariencia; lo fundamental es “ser los poetas de nuestra vida y, en primer lugar, en lo más pequeño y cotidiano”.

En la presentación que hace Nietzsche del amor fati en el §276, así como en las otras formulaciones de esta doctrina que hay en su obra hechas siempre apelando a un lenguaje íntimo: “mi afirmación”, “mi fórmula para la grandeza”, “mi deseo”, “mi naturaleza más íntima”, “mi moral”- es notorio, además, un ánimo de desprendimiento, un querer apartarse de los oscurecedores, los calumniadores o los predicadores para concentrarse en una actitud afirmativa, en el radical a la vida.

Por otra parte, un pensamiento semejante reaparece en distintos lugares de La gaya ciencia rotulado de otras maneras; así, por ejemplo, en el Libro V, cuando Nietzsche está explorando lo que es el Romanticismo, surge bajo la denominación de pesimismo dionisíaco y, aun en otros lugares, como pesimismo de la fortaleza. En todo caso, una y otra vez se orienta hacia el característico deseo de responder al embate de la vida transfigurándola.

Justamente por esto el amor fati está asociado a otra idea central de Nietzsche: el eterno retorno de lo mismo. Esta parece ser, empero, una condición previa, un requerimiento moral, pues tal como se postula en el §341 el famoso aforismo El peso más pesado- solo es capaz de amar enteramente la vida quien ha superado la pesadilla de un mundo destinado a la sucesión eterna y ahora ve, por el contrario, el estímulo y la alegría de poder vivir infinitas veces: “¿Cómo necesitarías amarte a ti mismo y a la vida dice Nietzsche- para no desear nada más que esta última y eterna confirmación?”.

NIETZSCHE, F. (2014) La gaya ciencia. Akal: Madrid.
OLDE, H. (1899) Nietzsche auf dem Krankenbett.

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