John Fante - El Vino de la Juventud

by - agosto 21, 2021


El vino de la juventud compendia los trece relatos de John Fante que se publicaron en 1940 bajo el título Dago Red y otros siete que aparecieron más tarde en diferentes revistas. Por tal razón, se trata de un volumen que ofrece toda la narrativa breve del autor, exceptuando los cuentos editados de forma póstuma en el libro Al oeste de Roma (1986).

La narrativa breve de Fante no se aparta de su obra novelística, ya que sus relatos exhiben una compenetración cercana a la de un corpus novelado y, además, en ambos géneros Fante atestigua preocupaciones semejantes: la familia, la escritura, la inmigración y lo religioso.

Dichos tópicos poseen hasta tal punto una comunicación interna que, aunque sea posible clasificar los cuentos según la preeminencia de uno de ellos, en realidad constituyen pilares sobre los que se asienta todo el libro: son los referentes que canalizan esa búsqueda obsesiva que lleva a Fante a desenredar una y otra vez los mismos elementos con el propósito de concretar sus imágenes.

La familia es uno de esos temas angulares: Fante lo concibe desde una mirada autobiográfica, afincada en la percepción de la niñez y en relación indefectible con la inmigración y la pobreza. Acaso ciertos lectores consideren radical esa exploración porque el autor no cesa de polarizar los caracteres (el padre borracho e intolerante; la madre sumisa y taciturna; los hijos en medio de la tensión), pero, en todo caso, dicho empecinamiento es justamente lo que singulariza su literatura.

La figura del padre, sin duda, resalta sobre las demás. Fante la estudió prolijamente en La hermandad de la uva y los atributos que destacó en esa novela coinciden con los de sus relatos: el padre intimidante y violento, subyugado por el alcohol, el trabajo y la vida pendenciera. En las páginas de Fante hay una lucha indisoluble que desemboca, sin excepciones, en el rencor del hijo: “Apreté los puños y anhelé que llegara el día en que me convirtiera en hombre para machacarle los sesos a mi padre”, se lee en uno de los cuentos. Así, ni los asomos de bondad ni la vejez que merma esa tiranía constituyen soluciones del conflicto: este permanece activo en la rutina familiar o en el recuerdo.

En contraposición, la madre es dibujada por Fante con marcada nostalgia: algunos de sus textos retrotraen la juventud anterior al matrimonio –época de libertades en que se vivió la belleza y el pudor-, mientras otros –la mayoría- exploran la sumisión a la que se aboca la mujer en el hogar. La mamma de Fante es un símbolo pasmado, un ser que ha sido condenado por puro amor a sucumbir en la tristeza y la resignación, a vivir herida permanentemente y a escindirse entre la materialidad del hogar y un misticismo plagado de culpas.

En medio de esta confrontación se ubican los hijos. Ningún relato desatiende la idea de la familia numerosa y conflictiva. La niñez la asume Fante como una época de maduración en la que los sentimientos se descubren por antagonismo: el amor y el odio, el miedo y la confianza, el dolor y el placer. No hay infancia idealizada: ni siquiera en el juego –el béisbol, por ejemplo- ve Fante algo distinto a la añoranza de escapar de casa, de alcanzar el estatus de adulto al que se asocia la libertad.

Fante es un experto en la exploración de lo que él denomina el abismo del parentesco, esto es, el rechazo decidido a pertenecer a una familia, de la cual se odian los rasgos que precisa e inevitablemente se reproducen en uno mismo. “Miraré a mi padre por encima del vaso de vino –dice el protagonista de Hogar, dulce hogar- y me veré a mí mismo”. No hay duda de que esta condición comporta paralelamente un pathos y un fatum, puesto que se trata de un padecimiento cuya continuidad es ajena a la propia determinación: “Mi padre seguirá llenándome el vaso de vino y beberemos juntos, y siempre sentiremos ese parentesco que es un abismo que ninguno de los dos puede salvar”.

Toda esta tensión familiar se produce en un contexto caracterizado por la pobreza y la religión. Lo primero deviene de la desventaja social que trae la inmigración. Como sucede en las novelas de Fante, quienes protagonizan sus relatos son italianos que arribaron a Estados Unidos a principios del siglo XX y enfrentaron allí la discriminación, la explotación y el menoscabo cultural. Hay, por ello, en el libro, la expresión de un arrojamiento que conduce a la debilidad o, por el contrario, al endurecimiento violento frente al medio.

La religión es el otro foco contextual. Varios textos están enfocados en su descubrimiento durante la niñez: cómo surge el pecado, el papel de la confesión, los efectos de la educación católica o el choque con los valores norteamericanos. Sin embargo, donde Fante se muestra especialmente lúcido es en la indagación de lo religioso como prolongación vital del pasado, y en este aspecto la figura de la madre es fundamental porque en ella convergen la fidelidad, el pietismo y una alta carga de dolor autoinfligido.

Pobreza y religión constituyen aristas de esa vida inmigrante a la que, como se indicó, Fante dedica una prolongada atención. Relatos como Óscar el táctico, El soñador o Hellen, tu belleza es para mí están enfocados enteramente en ello e, incluso, amplían la mirada de lo italiano a los problemas de la inmigración que recaen sobre mexicanos o filipinos y el modo en el que opera la americanización de su cultura.

Fante es un escritor pesimista, su obra está cargada de obsesiones personales que obligan a permanecer con los ojos virados. El presente no es nunca un espacio con vida propia, solo una rampla desde la cual se vuelve a la experiencia vivida. Tal es así que, inclusive, en un relato como Hogar, dulce hogar, redactado en futuro, lo que se imagina es solo una prolongación del pasado: la repetición, punto por punto, de lo que alguna vez se sintió.

Tal vez porque la vida de todos coincide con esta particular dinámica –la del azar que determina la familia y la del pasado que obliga a cargar lo aprendido en la dura pugna de la niñez- puede resaltarse la importancia de Fante. Todos, como aquel padre severo y, al mismo tiempo, infantil de sus relatos, hemos visto cómo se derriten nuestros dioses de cera bajo el calor del sol.

FANTE, J. (2013) El vino de la juventud. Barcelona: Anagrama.
LOWRY, L. S. (1960) Children Walking Up Stairs.

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