Friedrich Schlegel - Ideas

by - marzo 22, 2021


Un rasgo fundamental del Romanticismo que se desarrolló en Alemania fue su universalismo, esto es, el no restringirse a las manifestaciones artísticas, sino alcanzar, a través de su soporte teórico, un impacto de mayor envergadura en la cultura. De allí que la obra de autores como Novalis, Hölderlin o Schlegel se mueva alternativamente entre la ficción y la filosofía.

Al considerar el contexto en el que se gestaron las teorías de estos autores del Frühromantik advienen dos cuestiones: la que es producto de la imposibilidad kantiana de conocer la realidad de la cosa en sí –el noúmeno-, y la que tiene que ver con el exceso de racionalismo que se fomentó en el seno de la Ilustración.

La reacción ante estos dos temas se captura muy bien en Ideas (1799), texto publicado en Athenaeum –la revista difusora del Círculo de Jena- en donde Schlegel propone una revaloración de lo religioso, por un lado, como modo de salvaguardar esa relación del hombre con lo absoluto que parecía perdida con Kant y, por otro, como el horizonte para la verdadera ilustración que habría de entenderse como formación de la sensibilidad.

Tal y como lo entendieron los románticos, se trató de una revolución sagrada, orientada por el deseo de recuperar la unión primigenia con el universo –el Ursein-: “Barruntar por todas partes hasta encontrar lo esencial”, “remitir todos los conceptos a la intuición originaria”, comprender el acuerdo que existe entre el mundo y uno mismo o, en fin, sentir los propios límites sin perder la relación sustancial que se tiene con todo.

Esto resulta posible, en opinión de Schlegel, porque lo absoluto constituye una suerte de lejanía que, en todo caso, es susceptible de recobrarse a través de la alegoría: si su condición, más que la de aquello que puede ser explicado, corresponde con lo que simplemente se revela o contempla, en efecto, se requiere una espiritualidad que emprenda esa recuperación estableciendo y expresando el vínculo que hace participar al hombre de lo infinito.

Es en este sentido que Schlegel presenta al hombre como mediador –Mittler-: “Aquel que percibe lo divino dentro de sí y se sacrifica a sí mismo para anunciar, transmitir y representar eso divino a todos los hombres”. Huelga decir que ese ser espiritual no se establece desde los imperativos del deber –aquí esgrimieron los románticos otra forma de rechazo a Kant-, sino a partir de una “libre autoconsagración”, una vocación que expresa la forma más alta de ser humano: serlo en unión con todo.

Pero, ¿cómo puede alcanzarse esta pretensión? Según Schlegel, la religión posee dos formulaciones primordiales, a saber: la filosofía y la poesía. Por medio de alguna de ellas y especialmente de su conjunción se logra la comunicación de y con lo absoluto, pues esas dimensiones de lo espiritual son extremos –del idealismo y el realismo, de la moral y la creación- que se conectan por esa experiencia central que consiste en buscar lo absoluto.

La noción de centro –Mitte, Zentrum- es vital dentro de la interpretación romántica porque es la que permite la comunicación del hombre con lo originario. Así, el artista-filósofo es quien “tiene su centro en sí mismo” y, prolongando su movimiento hacia lo otro que existe, se vincula a ello. En otras palabras, el centro es el punto en que convergen los extremos del mundo y, en tanto comunión, un principio ontológico: “Conoceremos el hombre cuando conozcamos el centro de la tierra” –dice Schlegel- y “un hombre verdadero es aquel que ha logrado llegar al centro de la humanidad”.

En muchos de los 155 aforismos que integran sus Ideas, Schlegel se aproxima a la descripción de ese artista que revela su ser eterno, su centro, haciendo énfasis en cómo el arte está abierto para él y cómo le permite convertir su vida en una experiencia creativa. “La fantasía es el órgano de los hombres para la divinidad”, afirma Schlegel, pero esa entrega mística requiere la convicción de una fe: “Habrá de no querer nada en la tierra salvo conformar lo finito según lo eterno”.

Por supuesto, la concepción romántica de la armonía con lo absoluto opera lejos de todo presupuesto servil o utilitarista: ni el Estado ni la cultura mundana garantizan aquel vínculo, puesto que esos elementos funcionan desde el aislamiento; por el contrario, el ser espiritual que hace al artista “exhala la humanidad entera”, se erige como tal en el contexto de todas las ideas, en el territorio de lo infinito.

Hasta tal punto se formula la amplitud de esta espiritualidad que, para Schlegel, lo religioso no está anclado a una religión, esto resultaría insoportable; de hecho, sus ideas se alimentan por igual del pietismo, el paganismo, la mitología grecolatina, etcétera. Lo absoluto a lo que se aspira es, por antonomasia, indeterminado, de allí que sentencie Schlegel: “Solo puede ser artista quien tiene una religión propia”, y el mismo Novalis puntualiza esta idea arguyendo que “el artista es absolutamente irreligioso: por eso puede trabajar la religión como el bronce”.

Todo lo anterior aclara por qué los románticos refutan los propósitos de la Ilustración –Aufklärung-: el entendimiento es apenas una forma de la educación; la verdadera formación –Bildung- tiene su horizonte en la sensibilidad que se requiere para expresar los vínculos con lo absoluto. En consecuencia, si algo puede deberse a la revolución ilustrada será solo el haber sido la más “fuerte incitadora de la religión oculta”, de esa formación capaz de levantar al hombre de su finitud a las ideas universales.

Los románticos, al igual que Kant, reconocen el carácter fragmentado de lo real, pero para aquellos, esa misma escisión se convierte en la manifestación simbólica de lo absoluto, aquello que Schleiermacher llamó la “intuición del universo”. En esa dirección se movilizaron sus esfuerzos y su fe se propuso desde el primer momento en términos definitivos: “Es hora de romper el velo de Isis y desvelar el secreto. Y quien no pueda soportar el aspecto de la diosa, que huya o perezca”.

SCHLEGEL, F. (2011) Ideas (Con las anotaciones de Novalis). Valencia: Pre-Textos.
OEHME, E. F. (1828) Prozession im Nebel.

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