Octavio Paz - El Arco y la Lira

by - julio 29, 2020


Heidegger precisó la situación de nuestra época así: “Hemos llegado tarde para los dioses y muy pronto para el Ser”. El aforismo posee una profundidad estremecedora si se considera que con sus palabras se está designando nada menos que la crisis de la Modernidad, esto es, la imposibilidad de dar sentido a lo humano una vez ha desaparecido el sustrato divino que antes se lo daba. Ni el racionalismo científico, ni la técnica, ni el capitalismo, ni las revoluciones que buscaron vindicar la conciencia evitaron el hundimiento del hombre en el vacío que desde el siglo XIX se cierne sobre el mundo.

Dentro de ese panorama es inevitable preguntarse por el arte y, en concreto, por la poesía. Es evidente que, en tanto obra humana, la poesía también sufre un desplazamiento en la Modernidad y, no solo por efecto de los discursos señalados, sino, además, por la particularidad con que los propios poetas responden a su época: Rimbaud antepone la acción a la palabra; Mallarmé se lanza al azar de Un Coup de Dés; y los surrealistas extravían el sujeto desbordándose en una escritura inconsciente y automática.

¿Cuál es, entonces, el lugar al que se aboca hoy la poesía? Decir, tan solo, que la historia ha alterado ese lugar constituiría una obviedad: es claro que estamos lejos de las concepciones que sobre la poesía se tuvieron en el pasado. Pero, así mismo, afirmar,  sin más, que el lugar de la poesía se encuentra en el descrédito, la desconfianza o el olvido, sería soltar amarras y entregarla definitivamente a la incerteza.

Pues bien, la definición de ese lugar es la inquietud que atraviesa este libro, El arco y la lira (1956). Para Octavio Paz la poesía ha conservado desde su origen una esencia que la convierte en acto: aquello que podríamos llamar poetizar. Esto explica que, a pesar de sus variaciones métricas, temáticas o sociales, la poesía haya sido siempre una revelación y recreación del mundo. Entonces, si la poesía ha entrado en crisis dentro del contexto de la Modernidad es únicamente por la dificultad que reviste hoy definir ese mundo a revelar: nuestro mundo no tiene la claridad del de los griegos, tampoco la del misticismo medieval, ni siquiera la del subjetivismo romántico. El mundo de la Modernidad está difuminado y nosotros observamos solamente el vacío.

Desde esta perspectiva, el lugar de la poesía continúa estando, como siempre, en su posibilidad de poetizar, solo que el mundo que ha de revelarse en esta época es todavía oscuro, se halla latente, sin transformarse aún en imagen poética. Así, se entiende que Octavio Paz afirme que la poesía busca hoy un sentido cuyo horizonte apenas se esclarece: “Realidad sin rostro que está ahí, frente a nosotros, no como un muro: sino como un espacio vacante”.

Lo anterior permite inferir que la poesía hace parte de la crisis de la Modernidad, pero moviliza, a su vez, una respuesta a ella, ya que poetizar implica la oportunidad de revelar el mundo difícil que nos ha correspondido. Necesitamos comprender pronto en qué consiste aquel poetizar y es precisamente eso lo que hace Octavio Paz en El arco y la lira, situando el concepto desde tres dimensiones: el poema, la revelación poética y la relación entre poesía e historia.

En primer lugar, el poetizar se manifiesta en el poema, pues se trata de un acto que quiere ser obra. El poema es, para Paz, la conjunción de ritmo, imagen y sentido: ritmo que está más allá de las disquisiciones métricas o musicales, ajustándose mejor a la periodicidad de lo sagrado; imagen que es tensión de fuerzas contrarias y alcanza el valor de lo auténtico, objetivo y revelador; sentido, finalmente, que es revelación del mundo como realidad renovada, expresión metafórica que dice que esto, además de serlo, también es otra cosa.

No hay posibilidad de poesía sin que en el poema se consoliden estos tres elementos y, asimismo, sin que tome forma la revelación poética. A esto último dedica Paz la parte central de su meditación, observando que la crisis de la poesía obedece, entre otros, a haber extraviado la naturaleza sagrada de lo poético: desprendidos de la metafísica que garantizó antes lo sagrado, nuestra conciencia ahora se disgrega sin saber a qué otredad dirigirse. 

La poesía, por tanto, necesita realizar una conquista: transformar nuestro abandono en un ser a quien dirigirnos, lograr que seamos lo otro. Esto implica reconsiderar sustancialmente el tema de la inspiración, pues es claro que esta se encuentra desvinculada hoy del sesgo ritual que tuvo en su origen y de las condiciones metafísicas a las que fue asociada en el Medioevo, el Renacimiento y el Romanticismo: si no hay contacto con lo trascendente, la poesía deviene vacuidad.

Por último, es fundamental recuperar el sentido histórico de la poesía. De entrada, si es factible aseverar que "la poesía ha entrado en crisis" es porque posee una condición histórica. Lastimosamente, dicha condición también está extraviada en la actualidad; la poesía se vació de modo progresivo de sus referentes materiales: abandonamos la época de los héroes, la de los vínculos con dios, e incluso la de la relación del hombre con sus pasiones. El resultado ha sido el desvelamiento de un mundo nebuloso, absurdo y problemático. En consecuencia, la poesía debe reivindicar una forma particular de vivir en el tiempo: sin sujetarse al presente, recuperar el pasado y proyectarse hacia el futuro, imitando el modo en que se actualizan los tiempos míticos.

Como se ve, para Octavio Paz la poesía no es una simple manifestación del arte; por el contrario, constituye la oportunidad de reconocer lo que somos a cada paso. De dimitir  y aceptar su oscurecimiento se extraviaría junto a ella la posibilidad de revelación del mundo. El título del libro expresa simbólicamente esa pretensión, porque la poesía es arco y lira: “la lira que consagra al hombre y le da su puesto en el cosmos; el arco, que lo dispara más allá de sí mismo”. La pista de esto la tenía también Heidegger y, en la idea con la que iniciamos, lo dejaba apuntado ya: “Hemos llegado tarde para los dioses y muy pronto para el Ser, cuyo iniciado poema es el Hombre”.

PAZ, O. (2005). El arco y la lira. México: FCE.
DALÍ, S. (1936) El gabinete antropomórfico.

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